sábado, 31 de diciembre de 2011

Desprecio

Los sentimientos se hacen fuertes cuanto más tiempo pasa. Hacia mi persona, tal vez debido a mi forma de ser o de pensar, percibo un sentimiento que se ha curtido con el tiempo: Desprecio.
Desde mis años de más inocente infancia hasta en la pubertad que ahora me hallo siento ese desprecio que arde por mi cuerpo y corre por mis venas día tras día, sin descanso. Con aplomo me resigno a acudir a este recinto, lleno de fieras sin adiestramiento, que hacen que mi estancia se torne gris y desconfortable.
En mi mente siento una tortura que dura desde mi llegada a las ocho de la mañana hasta mi salida a las cuatro; mis ojos arden cada vez que en mis oidos retumban aquellas palabras de los necios que me rodean. No puedo desfallecer y ahogar mi tortura en un llanto que solo producirá más crueldad por parte de mis compañeros, llamados así a pesar de que no merecen ese nombre. Solo me espera más y más tortura en este incomprensible mundo al que solamente se llega a través de hundir al prójimo y ser cruel y despiadado, mientras con esa crueldad produces la risa de los demás hacia el pobre desvalido

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